miércoles, 20 de marzo de 2013

MANHUNT VI


Subí a la habitación para cambiarme. Kesuke jugaba con una PSP. En su cama había una guía de New York en japonés. Fue entonces que recordé un libro que había comprado que estaba en japonés, era de fotos muy extrañas.
-Kesuke ¿Me ayudarías a traducir un poco un libro que está en japonés?- le pregunté mientras buscaba una camisa en mi valija.
-Sí, claro- dijo y apagó la consola de videojuegos. Abrió una lata de jugo de uva y la bebió de un trago.

Le pasé el libro y luego de analizarlo con detenimiento durante un rato me dijo lo siguiente: “Bienvenido al oculto Japón, a lo que ni siquiera habitantes sus conocen de su tierra. Este libro muestra el lado secreto y lujuria del país, principiomente de la ciudad de Tokio. Un infierno disfrazado de neón. Atrevete a ingresar a este sitio aunque por ahí no encuentres la salida”.
-Guau- dije admirado.

Kesuke miraba el libro sin comprender de qué se trataban las fotos de consoladores de Hello Kitty pegados a platos de sushi y las estatuas de Hombres de Neandertal vestidos de chicas Pin Up.
Terminé de vestirme y bostecé con fuerza estirando los brazos.
-¿Estás cansado?- me preguntó Kesuke.
-Sí, pero voy a salir igual ¿Vos vas a hacer algo?
-Sí, voy a ir a ver el Rey León- le dijo- Saqué buenos asientos.
-Genial
-En verdad saqué un solo buen asiento, porque voy solo.
-Oh

Ambos quedamos en silencio.
La canilla goteaba, parecía el sonido de las agujas de un reloj pero con más eco.
-Otro día si querés podemos ir a pasear Kesuke- le dije más por lástima que por verdadero interés.
-Oh- respondió- me gustaría.
-Tengo que irme.
-Buenas noches.

Bajé los peldaños contento. Crujían como si fuesen los dientes de un león masticando los huesos de una gacela que lleva muerta varios días bajo el sol de la Sabana.

Esto es lo que recuerdo de la fiesta:
“( 





)”

Me desperté por los escupitajos de Kesuke. Era temprano, tenía resaca. Abrí un ojo y veía todo fuera de foco. Kesuke estaba sin remera y tenía una toalla atada a su cintura.
Miré su cama y había unos afiches tirados sobre la colcha, estaban en japonés y en inglés.
-¿Qué es eso Kesuke?- pregunté con la voz agarrotada, como si una prensa apretara mi traquea. Tenía la boca pastosa y un aliento fatal.
-Son unos anuncios que encontré en el subte cuando volvía ayer de la obra. No comprendí del todo de que se tratan, parecen sacados del libro que me mostraste ayer.
Me levanté de la cama y tomé uno.
-Esto es peligroso Kesuke.
-No tengo idea de lo que es.
Son malos.
-No sé si son malos. Dicen cosas que no son malas, no es malo.

“El futuro es nuestro. De nosotros depende el cambio. Esta atento a lo que pasará pronto.
El 1 de enero de 2013 el mundo como lo conocemos llegará a su fin, por causas naturales o motivado por nuestro movimiento, la Orden del Nuevo Mundo.
El sistema económico domina a las vidas de las personas, el consumismo, la tecnología, la mala alimentación. Pretendemos destruir todo eso, volver al inicio, al hombre nómade y libre, desposeído de los objetos y los bienes materiales. El hombre libre es aquel que no tiene nada a lo que atarse, ni un trabajo, ni un hogar, ni un nombre.
Volveremos a ser hombres pero también animales, el sistema capitalista colapsará, implosionará y habrá reticencia pero es lo único que le queda al hombre para que el mundo pueda seguir existiendo.
Las medidas deberán ser drásticas para que puedan ser efectivas. No hay vuelta atrás, el fin del mundo comienza. Un mundo nuevo surgirá para el bien de todos.”

-Mierda Kesuke ¿Leíste esto? En unos días algo malo va a pasar.
-¿Crees que es algo malo? Ni sabemos que es lo que va a pasar, pero parece liberador. Las cosas van a cambiar.
-Mierda Kesuke, te hacía un conservador de pueblo pero sos peor que el Unabomber.
-Solamente me parece interesante que cambien las cosas. Yo soy de un pueblo muy pequeño en el que nada cambia nunca, no pasa nada. Venir a Estados Unidos fue sido una experiencia loca mi para. California, la playa, nunca había visto la playa. Ahora New York, una ciudad extrema, grande, una isla también. Es muy raro todo. Mi vida cambió mucha en la último tiempo. Un cambio a todos me parece correcto. Estoy aprendiendo cosas nuevos.
-Te entiendo Kesuke. Es que lo nuevo asusta. Yo pensaba poder publicar alguna novela, filmar algún documental. Vivir solo Kesuke, mierda, vivir solo. Pero si todo cambia eso no va a poder ser y serán otras cosas. Es decir, no me molesta el cambio, pero quería lograr esas cosas en este sistema, quedar mínimamente satisfecho y que después cambiara.
-Es esperar lo que queda.

Buddy Holly fumaba en la calle y estaba vestido como un Rudie Boy.
-Mierda, te estamos esperando todos, hace un frío terrible.
-Deberías abrigarte. El placer por delante de la moda.
Buddy Holly olía muy bien y su jopo parecía perfecto.
Caminamos hasta la esquina de la Séptima Avenida y ahí estaban todos reunidos, todos tenían café en sus manos.
-El desayuno del hostel es un asco- dijo Peggy Sue.
-Cigarrillos y Café, son unos hipsters, parecen salidos de una película mala de Jim Jarmusch- dije.

Avanzamos hacia el subte y yo no sabía a donde estábamos yendo.
En la estación había unos chicos raperos con un Boom Box, escuchaban rap de los ochentas. El sonido era tan primitivo que rozaba con el funk. Por ahí era hip hop y no era rap, no se cual es la diferencia.
Pregunté cual era la diferencia pero nadie tenía idea y me sentí tonto por preguntar pero a gusto por no ser un ignorante, o al menos no más ignorante que el resto de lo que ya en ese entonces, se podía considerar mi grupo de amigos.

En el vagón había un hombre de rastas y tatuajes de preso o marinero que no tenía remera y parecía que vivía en la calle. Ocupaba cuatro asientos, estaba acostado en ellos y murmuraba palabras extrañas y cada tanto gritaba. Nadie parecía realmente consternado por su presencia satánica.

Nos sentamos lo más lejos posible de él. Yo estaba junto a Mimi y ella junto a una mujer embarazada que tenía un vestido con barcos azules. Buddy Holly estaba sentado y encima de él se encontraba Peggy Sue. Josh iba parado y parecía un criminal.

Me vi reflejado en la ventana opaca del subte, mi silueta aparecía distorsionada. Fue la primera vez que pude imaginarme calvo. Lejos de aterrarme sentí calma, como si tuviese cáncer y hubiese descubierto una cura casera y secreta. Ya nada podía aterrarme, podía visualizarme a mi mismo en el peor de los estados: sin pelo. Me hizo comprender que el mayor de mis miedos estéticos no era tan grave como parecía.

-Cuando llegué al hostel entré a la habitación y había unos zapatos y una camisa y una plancha y un libro de autoayuda del publicista Paul Arden. Eso me había dejado tranquilo, mi compañero de habitación parecía un chico tranquilo. A la noche lo conocí, era un muchacho negro que acababa de llegar de la Florida y no conocía a nadie y estaba solo. No hablaba casi pero leía bastante y el tacho de basura siempre estaba lleno de comida chatarra de todo tipo, pero el era muy flaco. Se iba a ir a Queens porque le resultaba muy caro el hostel. Una mañana se fue y me quedé solo una noche y al día siguiente tuve que cambiarme de habitación porque esa tuvo una falla eléctrica; y ahí estaba Kesuke. Y ahora Kesuke está a favor de La Orden del Nuevo Mundo.

-¿Qué mierda es Kesuke?- preguntó Buddy Holly. Su voz sonaba desgarrada, como si estuviese por parir, pero eso es imposible porque es hombre. Seguramente era por el peso de su novia encima de él.
-Mi compañero de habitación.
-Sí, entendí eso, pero…no importa. Estaría bueno que los cinco estuviésemos en la misma habitación.

El viaje era largo y las estaciones en las que frenábamos eran cada vez más feas. Muchas personas bajaban y muchas otras subían. Los peinados y las ropas y los rasgos cambiaban y era interesante imaginar las vidas de esas personas que no iba a ver nunca más y de las que nada nunca sabría.
Las últimas dos personas que subieron antes de que nosotros bajásemos lucían extrañas. Ambos tenías los ojos celestes y vestían trajes negros y parecían ser una mezcla entre testigos de Jehová y los chicos de El Pueblo de los malditos.

-Miembros de La Orden- me susurró Josh al oído.
Bajamos en Coney Island. Hacía mucho frío y el viento soplaba.
-Perfecto- dijo Peggy Sue- este lugar es una mierda.
Caminamos por la Avenida Surf hasta una tienda que vendía remeras y Mimi compró una de The Warriors porque los personajes de la película son de ahí. Pensé en comprar una pero no lo hice y después me arrepentí. La tienda era como un Surf Shop pero deprimente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario